miércoles, 24 de junio de 2009

VICTOR

Se ha detenido el tiempo y con él mis sentimientos. La mayoría de las personas hablan, algunos ríen, otros callan pero todos me miran en intervalos casi perfectamente sincronizados, supongo que intentan imaginar cómo me siento en esta extraña circunstancia y respetan mi silencio. Estoy inmóvil, los párpados me pesan, si decidiera moverme correría, si tratara de hablar sería un grito que traspasaría existencias hasta abarcar el espacio indefinido. Hoy no amaneció en mi vida, todo se ha unido: la noche con la noche, hambre con hambre, vigilia con vigilia. Nada cambia.

Ayer pude ver el sol salir y me desplacé con él durante su cotidiano andar. En medio de lo normal mis pensamientos se afanaron por soñar con una realidad diferente para Víctor, donde existan juguetes y corra en lugares descontaminados, cante oyendo música en equipos de sonido, estudie en una escuela que tenga las paredes pintadas de múltiples colores, duerma entre sábanas aseadas, calze zapatos sin agujeros y use ropa limpia, además disfrute de asistencia médica y, lo más importante, coma sanamente.

Hoy, miro hacia los lados y no lo veo, busco en la penumbra de mi vida y no aparece. Los presentes lo esperan, otros lo buscan en la corriente del agua nauseabunda que se lo ha llevado. Dicen que sonreía mientras se despedía y me pregunto por qué. Pregunta tonta cuando sé que es preferible morir que estar aquí, en este inhumano mundo de objetos roídos, de mugre constante, de alimentos descompuestos.

Se acerca un hombre y sonríe. - Disculpe señora, necesito conocer algunos detalles del accidente de su hijo. Me dicen que se llama Víctor ¿Cuál es su apellido? No entiendo por qué me pregunta eso. ¿Es que acaso donde está mi Víctor le están solicitando detalles de la familia a la cual pertenece? De ser así, señor, dígales que mi niño sólo me tuvo a mí y yo a nadie hasta que él nació.

Señor, señor, no se vaya sin antes pedirle por favor que lleve un mensaje a quienes ahora acompañan a Víctor. Dígales que le gusta que le rasquen la espalda antes de dormir y le canten cuando está aburrido y no se le olvide, señor, decirles que le gusta jugar fútbol aunque sea con latas de refresco y que no sabe leer sino etiquetas de desperdicios para saber cuál objeto puede servirle de algo. También dígales a quienes tienen a mi hijo, que si necesitan ayuda pueden contar conmigo, porque aquí ya nadie me necesita señor. Imagino que hay muchos caminos por dónde llegar al sitio donde hoy duerme mi niño. ¿Qué opina, será que me lleva con usted para volver a ver a Víctor? Es posible que me extrañe aunque esté más protegido.

Creado por Yanet Roa Rivas

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