lunes, 15 de junio de 2009

El Saca Muelas Adol Lorido

Por: Néstor Jaimes Márquez
No me dejo llevar por las apariencias. Muéstrame tus dientes y te diré que comes. A usar enjuague bucal, hilo dental, cepillarse los dientes al levantarse, al acostarse y después de cada comida. Por una cárcel con cero caries. Apreciados colegas gracias por su amable atención.
Estas fueron las últimas palabras en mi primera clase magistral en la facultad de criminología, mientras era ovacionado por el auditorio. Unos decían: Muy buena conferencia; felicitaciones Doctor Adol; gracias por participar.
Perdonen no me he presentado. Me llaman ADOL LORIDO. No comprendo como mis padres eligieron este nombre para mí. Es tan particular. Pero pueden llamarme simplemente Ado. Ciertamente los hombres se dejan llevar muchas veces por la apariencia. Por eso míreme bien. Soy muy simpático, inteligente. Uso lentes, frenillos, acostumbro tener el pelo corto y mi bata blanca con rayas verticales negras. Además, soy tan flaco que me confunden con las mangueras. Soy agradable, un poco tímido al principio y buena gente. Me encanta escuchar música, pasear, comer y sacar muelas. Siempre me tomo las cosas con mucha calma. Cuando las muelas se ponen difíciles siempre busco como sacarlas. Mi pasión es entrar al consultorio, ponerme los guantes, preparar los pacientes, acercarme a la silla, cuadrar la lámpara, instrumentos, taladro y a trabajar.
- Doctor ADOL LORIDO. Doctor ADOL LORIDO, le informo que tiene una emergencia. Por favor, pase por el consultorio A.
- Voy en seguida.
Al ir de camino al consultorio recordé como me inicie y fui madurando mi vocación con las muelas. Tenía cuatro años cuando me caí en casa de mi abuela y se me murieron los dos incisivos superiores. Ese día jugaba a volar pero el aterrizaje fue forzoso, lo único que salía de mi boca era sangre, sangre y más sangre. Mis dientes se volvieron negros. Después los mude y salieron unos dientes fuertes y blancos. Luego, a los diecinueve años me realizaron la ortodoncia para corregirlos. Eran mis dientes rebeldes. Por eso decidí ser odontólogo. Esa sensación de chasquido en mi boca al apretar cada Brecker, esas ligas fuertes para corregir la mordida. Esos baños de fluor y limpiezas profundas maravillosas. Al graduarme monté mi propio consultorio. En el aviso principal se lee en letras mayúsculas: “EXCELENTÍSIMO HONORIS; CALZAS, BRECKERS, SACA MUELAS, DOCTOR ADOL LORIDO. Satisfacción garantizada, sino le devolvemos su dinero”.
Nunca olvidaré mi primer paciente: Fernando Mechas, literalmente me marcó para toda la vida. Entró al consultorio con un terrible dolor de muela. Leonor mi asistente, una jovencita, sensual y delicada le hizo olvidar el dolor por un instante. El diagnóstico para Fernando no era muy bueno.
- Ajá. Si. Qué curioso. Caries activa en el primer y segundo premolar superior izquierdo. También, en el segundo y tercer molar superior derecho. Tranquilo Fernando, estas caries que son activas evolucionan rápidamente, tiene una coloración amarillenta pero lo vamos a arreglar.
Me miro con cara de espanto.
- Esto le duele.
Sin dejarle responder dije:
- Claro. Caries crónica muy avanzada en el primer y tercer molar inferior derecho. Están muy oscuras y profundas. Le sale tratamiento de conducto o extracción, alguna que otra prótesis y te puedo asegurar que te va a doler muchísimo.
Empezó una batalla campal.
- Abra la boca Fernando. A ver machito.
Su cara expresaba un profundo dolor, corrían lágrimas.
- Mi madre esto si está feo. Dije en voz alta.
Pero para animarlo siempre afirmaba:
- Vamos bien, perfecto, ya casi termino. Enjuáguese. Escupa. Abra más la boca. Aja. Esta muela va para afuera. También esta. No se mueva.
Estaba tan pálido el pobre hombre. Finalizamos después de varias horas.
- Terminamos. Estas prótesis dentales son lo más avanzado hoy en día. ¿Cómo te sientes?
Fernando no podía hablar. Eso si, salía de mi consultorio con una dentadura nueva y cero caries.
Al mes llego una citación. Fernando Mechas me demanda porque se le cayeron todas las muelas. Del juicio a la cárcel. Por eso ahora practico la odontología en el consultorio carcelario. Mis apreciados colegas y pacientes son los sin-dientes del penitenciario por eso las apariencias engañan.
- Por fin. Aaaaaaaa. Llegue a mi consultorio.
Entro. Realizo mi ritual. Vuelvo a estar allí. Tomo el control. Le pregunto el nombre a mi nuevo paciente.
- El Hotelero
Me contesta. Lo invito a pasar. Observo que lleva muchas rosas tatuadas en su cuerpo. No me importa. Yo tengo el control.
- No se preocupe siéntese. Relájese y abra la boca. Caries crónica muy avanzada en el primer y tercer molar inferior derecho. Están muy oscuras y profundas. Le sale extracción, mucha anestesia y va a doler.
- Pásame el taladro con la punta tres.
Mi nuevo ayudante, un reo que tampoco tiene muelas me pasa el taladro. Hablamos luego, tengo un paciente que atender. A mis colegas odontólogos tengan cuidado con sus pacientes. Se consigue uno cada malagradecido, que después de quitarle el dolor son capaces de enviarte a la cárcel.
- No me cierre la boca. Abra más. Relájese. Relájese. Relájese.

1 comentario:

  1. Muy bien Néstor, la historia del Dr. Adol lorido, pienso yo, al menos fue lo que experimente, lleva al lector a transitar en un escenario muy dinámico, ya que, de algo tan simple como sacar una muela (para ellos los odontologos, claro está), el lector va viviendo lo que se narra de una forma que va generando expectativa por saber qué va ha ocurrir luego, la imágenes empleadas muy apropiadas, y de alguna manera invitan al lector (o lo intrigan) a seguir la lectura, para llegar al desenlace.
    Felicitaciones, DLB. Ah se me olvidaba, FELIZ CUMPLEAÑOS.... F.E.

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